"Es muy bueno que los hijos se acostumbren a no tenerlo todo"
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El experto reflexiona sobre el sacrificio en la crianza de los hijos pero sin olvidar que "se ha de educar con humor"
En
mitad de su vorágine diaria, el psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas
encontraba un hueco para hablar de crianza, de miradas positivas ante la
vida y, también, de sacrificio. Sobre cómo educar a los hijos con humor...
-¿El humor en la crianza no resulta, a veces, misión casi imposible?
-Vivimos en unos tiempos complicados, estamos
todos muy acelerados, hiperconectados, con trabajos cada vez más
exigentes y parece que no tenemos tiempo para nada. Muchas veces con los
hijos queremos hacerlo tan bien que perdemos la paciencia, estamos
irritables. Y creo que motivar a una persona y generar un cambio siempre
se va a conseguir mejor con buenas formas que imponiéndonos y
ejerciendo la autoridad. El cambio hay que gestarlo desde un punto de
vista optimista.
-¿Cómo se puede llevar con buen humor una rabieta, cinco suspensos o un problema grave?
-Los problemas graves nunca aparecen de
repente, las cosas se ven venir y es importante estar pendiente. Si
desde el principio pasamos o hacemos poco, se acumula y se convierte en
un gran problema. A veces lo que nos pasa es que no intervenimos, que
creemos que las cosas se solucionan solas, pero eso es un poco ridículo,
porque si no se actúa no se suele resolver nada. Y la manera de actuar
con buen humor es desdramatizar, ver qué sucede y qué puedo hacer. Y si
no tenemos ideas hay que buscar a gente que nos pueda ayudar.
-¿Está preparada esta generación de padres para afrontar las dificultades?
-Nuestros padres recibieron una educación
más autoritaria y los hijos se sometían a esa autoridad de forma más
frecuente. Luego hubo un movimiento pendular en el que los padres se
convirtieron en amigos, en colegas y confidentes. Y así están los hijos
de nuestra generación. Nosotros no tenemos que ser amigos de nuestros
hijos. Somos los padres y es fundamental para ellos tener a alguien que
los guíe, que les diga lo que no se puede hacer, les corrija y castigue
ante esa conducta. Si no es imposible que una persona sea buena por
naturaleza. Veo que los padres de hoy están más implicados en el
contacto afectivo, están más preocupados de que sus hijos sean felices,
libres y consecuentes, pero están un poco perdidos.
-¿Por qué están perdidos?
-Porque la sociedad actual es muy
capitalista y eso tiene la parte mala del materialismo. Tanto bienestar
es problemático. Un hijo que ha conseguido mil cosas de forma tan fácil,
sin habérselas ganado, entiende que se lo merece todo. Nosotros lo
tenemos todo, fácil y ya, y luego pretendemos que los niños sean
consecuentes, pacientes, generosos y agradecidos, pero eso no va a
suceder. Para ello, tenemos que conseguir que las cosas cuesten
esfuerzo, que luchen por ello, que no las ganen por nada. Una educación
correcta no sería tanto dar como quitar. Es muy bueno que los hijos se
acostumbren a no tenerlo todo, porque luego en la vida adulta no lo van a
tener.
-¿Hay claves maestras para educar que no debemos olvidar?
-Una fundamental, conocer bien a nuestros
hijos porque todos son distintos. Segundo, aprender a que los hijos sean
menos neuróticos, vivimos en un mundo muy victimista y montan pataletas
por auténticas tonterías. Tenemos que ser capaces de no tolerar ciertos
comportamientos desde el principio. Y la tercera idea, hay que ser
capaces de tener un plan, de saber qué hacer. No se trata sólo de hablar
y analizar, sino de actuar.
-¿Hay que castigar?
-En esta cuestión más que poner hay que
quitar. Los hijos tienen de todo para vivir en un parque de atracciones
continuo, así que los castigos tienen que estar precisamente en lo que
les gusta.
-¿La palabra sacrificio está ahora fuera del vocabulario?
-Sí, y así nos va. El sacrificio es
fundamental. Una vida sin esfuerzo, sin entrega, sin renuncia y
compromiso es totalmente perdida. ¿Por qué vivimos en una sociedad tan
solitaria, en nuestra cueva? Porque la gente no está dispuesta a
comprometerse. Nadie se quiere complicar la vida, pero eso sólo nos
lleva a la soledad.
-Sin embargo, ahora se vive una felicidad de fachada...
-Por
supuesto, todo forma parte de Instagram, de Facebook, de Whatsapp y de
qué bien me lo paso en Cancún. Pero ésa no es la realidad. No hay nada
más satisfactorio que el amor y el hacer algo por el otro. Y no lo
hacemos. Por eso se rompen el 50% de los matrimonios, no estamos
dispuestos a aguantar a nadie. Y esa empatía, ese cambio y sacrificio
donde se educa es en la familia, en el primer momento.
-¿Qué beneficios tiene tomarse la vida con buen humor?
-Tiene muchos. En principio va a prevenir
los cuadros de ansiedad y depresión. Se sufre menos, viven menos
amargados y duermen mejor, lo que se traduce en una mejor salud física.
Cuando una persona está bien, genera más satisfacción en los demás. Pero
un optimista no es una especie de ingenuo medio tonto que no sabe cómo
es la realidad. Es alguien con una sonrisa madura que sabe de los
problemas pero que entiende que desde el pesimismo y la angustia no va a
resolver nada.
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